sábado, 11 de junio de 2011

VIGILIA DE PENTECOSTÉS



El don de la Sabiduría hace amar a Dios con todo el corazón y con toda el alma. No estamos hablando de la sabiduría del mundo, porque el verdadero sabio no es el que sabe las cosas, aunque sean sobre Dios, sino el que las experimenta, el que las vive. Para alcanzarla sólo basta con dejarse guiar por Dios
(Salmo 111, 10).

Bendito Espíritu de Sabiduría, ayúdame a buscar a Dios. Que sea el centro de mi vida, orientada hacia Él para que reine en mi alma el amor y armonía.

La inteligencia, el don del Entendimiento, según la Escritura, adentra en el misterio de Dios, mientras el hombre, por sí mismo, es incapaz de ello. Como los de Emaús que, después de reconocer al Resucitado en la fracción del pan, se decían uno al otro ¿no estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras? (Lucas 24, 32).

Bendito Espíritu de Entendimiento, ilumina mi mente, para que yo conozca y ame las verdades de fe y las haga verdadera vida de mi vida.

Existe otro don del Espíritu que es el don de Consejo. Nuestro mundo vive un relativismo moral, de tal manera que muchos no saben discernir lo bueno de lo malo, lo que hace crecer o lo que denigra. Todo cambia, nada hay seguro. En medio de este panorama, se nos hace difícil descubrir lo que está bien o lo que está mal y como el joven rico preguntamos al Señor “Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna? (Mateo 19, 16). El don de Consejo permite ver el camino a seguir, la manera de discernirlo.

Bendito Espíritu de Consejo, ilumíname y guíame en todos mis caminos, para que yo pueda siempre conocer y hacer tu santa voluntad. Hazme prudente y audaz.

El don de la Fortaleza es muy necesario para vivir coherentemente los valores del Reino. Se opone a la violencia. Dios mismo es llamado en la escritura: “El Señor, el fuerte, el valiente” (Salmo 24, 8). Es la fortaleza de cada día, no sólo en los momentos críticos de dar la vida por Jesús, sino en los momentos cotidianos de la vida: coherencia fe-vida; mantener valores como la honradez; soportar las pequeñas persecuciones de la ridiculización o de la infravaloración de nuestro ser creyentes. El Espíritu, por medio de este don, nos ayuda en la debilidad a permanecer firmes en el seguimiento de Cristo.

Bendito Espíritu de Fortaleza, vigoriza mi alma en tiempo de prueba y adversidad. Dame lealtad y confianza.

En la escritura, conocer a Dios y todas las cosas en relación con él, se llama el don de Ciencia. El ignorante es el que pone una criatura en el lugar del Creador. Estaríamos hablando de idolatría (Romanos 1, 21-23). Gracias a este don estamos capacitados para poner cada cosa en su sitio. A dios como fundamento de todo lo creado y a sus criaturas en total dependencia de él. Es reconocer por parte nuestra, que Dios es la fuente de Belleza, del amor y de la Verdad.

Bendito Espíritu de Ciencia, ayúdame a distinguir entre el bien y el mal. Enséñame a proceder con rectitud en la presencia de Dios. Dame clara visión y decisión firme.

A través del don de Piedad, nos movemos hacia Dios, Padre bueno, misericordioso y providente, y de esta manera llenamos nuestro vacío existencial. El hombre experimenta que nada de lo creado le llena, se siente vacío se descubre necesitado de recurrir a Aquel que le da la plenitud, a Dios, para obtener de él gracia, ayuda y perdón. Estaríamos hablando del afecto filial, del afecto de hijos. San Pablo nos recuerda esta filiación con nuestro Padre: “al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo… para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abba, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo…” (Gálatas 4, 4-7).

Bendito Espíritu de Piedad, toma posesión de mi corazón; inclínalo a creer con sinceridad en Ti, a amarte santamente, Dios mío, para que con toda mi alma pueda yo buscarte a ti, que eres mi Padre, el mejor y más verdadero gozo.
Y por último hablamos del Temor de Dios. En la biblia, el temor no es nunca miedo. Es el respeto y el sentimiento de la distancia que experimentamos en relación a Aquel que está infinitamente más allá de nosotros. Nos presentamos ante Dios, conscientes de nuestras debilidades, con “un corazón contrito y humillado” (salmo 51, 19), sabiendo que debemos cuidar de nuestra salvación con “temor y temblor” (Filipenses 2, 12). No hablamos de miedo, sino de responsabilidad.

Bendito Espíritu de  Temor de Dios, penetra lo mas intimo de mi corazón para que yo pueda siempre recordar tu presencia. Hazme huir del pecado y concédeme profundo respeto para con Dios y ante los demás, creados a imagen de Dios. 

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